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No se puede gestionar lo que no se puede medir

Este artículo por Dr Brett Glencross fue publicado en la edición de enero de 2023 de International Aquafeed magazine.

En la actualidad, todos buscan la sostenibilidad en los sistemas de producción de alimentos. Sin embargo, para tomar decisiones eficaces y gestionar las diferentes opciones que tenemos, debemos compararlas. Esto implica también que necesitamos medir las cosas, lo que suele conocerse como establecer “métricas”. Este proceso de medir y comparar es una parte fundamental del papel de la ciencia como base para establecer metas relevantes y medir el progreso con respecto a ellas. En efecto, no se puede gestionar algo si no se puede medir.

Las opciones sostenibles en alimentos balanceados y alimentos han llevado a la evolución de una variedad de métricas durante los últimos cuarenta años o más; sin embargo, el formato que ha obtenido más apoyo en las últimas décadas ha sido el del Análisis del Ciclo de Vida (LCA). El enfoque del LCA nos permite hacer una gestión de las opciones de sostenibilidad basada en una comparación de la gama completa de efectos ambientales asignables a los diferentes productos y servicios. Para ello, utiliza un sistema que cuantifica todas las entradas y salidas asociadas con los diversos procesos, los flujos de materiales y energía involucrados en la producción de un producto o servicio. Luego, cuantifica los impactos ambientales asociados que ocurren debido a dichos flujos. Se le ha descrito como una especie de sistema de contabilidad ambiental, pero va mucho más allá.

El análisis del ciclo de vida tiene una variedad de ventajas, ya que proporciona un marco para el desarrollo de una serie de métricas holísticas de sostenibilidad con trazabilidad a lo largo de la cadena de valor. Podría decirse que es igual de importante porque permite una mayor armonización intersectorial de las métricas. Por ejemplo, la variedad de categorías de impacto ambiental que examina el LCA puede aplicarse tanto a los sistemas de producción de harina de pescado como a los de harina de soya y harina de insectos, de modo que se puedan realizar comparaciones directas efectivas entre cada uno de ellos. Dentro de dichas categorías de impacto, la evaluación de las categorías de impacto individuales, como el potencial de calentamiento global (también conocido como huella de carbono), se puede aplicar a cualquier ingrediente de alimentos balanceados, lo que sustenta la base para la evaluación del impacto del ciclo de vida completo de la producción de alimentos balanceados y permite evitar compensaciones o subsidios cruzados de sectores a través de evaluaciones de sostenibilidad incompletas.

Es importante destacar que el LCA se considera cada vez más como la forma “convencional” de establecer credenciales ambientales. En particular, el proceso de realizar un análisis LCA requiere mucha planificación y datos, y la forma de planificar y recopilar los datos puede tener efectos importantes en la interpretación. Debido a estas limitaciones, ha habido varios intentos de establecer algunas normas al respecto; la Organización Internacional de Normalización (ISO) fue la primera en hacerlo (serie ISO 14040), pero en el sector de alimentos balanceados, la UE ha tomado la iniciativa con el establecimiento del enfoque de las Reglas de Categorización de la Huella Ambiental de los Productos (PEFCR). Recientemente, se ha creado el Instituto de Evaluación del Ciclo de Vida de Alimentos Balanceados Mundiales (GFLI), un repositorio independiente con una base de datos y herramientas de acceso público, que también proporciona directrices generales que deben seguir todos los que ingresan información en la base de datos.

Todo este tema de la sostenibilidad y la huella de carbono se resumió recientemente en un excelente artículo de Richard Newton y sus colegas (Newton et al., 2022. Aquaculture, 739096), quienes elaboraron un resumen de los inventarios del ciclo de vida de una amplia gama de ingredientes marinos. En ese estudio, también se incluyeron ingredientes alternativos clave como el concentrado de proteína de soya, el gluten de trigo y el concentrado de proteína de arverja (Figura 1), y cuando se compararon con diversas harinas de pescado, se demostró que los ingredientes marinos tenían un impacto ambiental muy bajo en aspectos como el potencial de calentamiento global (huella de carbono) y que había una variabilidad significativa entre las diversas harinas de pescado que se evaluaron. Además, en este estudio, se puede observar que los ingredientes marinos tienen, en general, características de impacto ambiental muy favorables. Entonces, otro aspecto que este estudio saca a la luz es una serie de puntos sobre lo que constituye un ingrediente “sostenible”. El estudio muestra que todos los ingredientes tienen sus fortalezas y debilidades, pero podría decirse que, en líneas generales, los ingredientes marinos tienen un menor impacto ambiental que la mayoría, lo que podría considerarse que los hace más sostenibles que los alternativos.

Independientemente de qué ingrediente sea realmente más sostenible, sigue existiendo una demanda creciente de proteínas para sostener el crecimiento de la acuicultura. La creciente realidad es que no se trata de un escenario de uno u otro, sino que necesitamos más de todo. Ante la inminente escasez de recursos de proteínas, la necesidad de un enfoque cada vez más circular en el uso de recursos puede ser lo que se requiere para llenar ese vacío futuro. Sin embargo, el desafío sigue siendo cómo podemos implementar estas tecnologías de manera efectiva a una escala que permita mantener el ritmo necesario para proporcionar esos nutrientes y ofrecerlos a un costo competitivo en el mercado en función de su densidad de nutrientes. Si bien ha habido un auge de nuevas iniciativas que promueven recursos proteicos como insectos, proteínas unicelulares, microalgas, entre otros. En particular, los únicos ingredientes circulares con alguna escala (perdón por el juego de palabras) han sido la producción de harina y aceite de pescado a partir de recortes y subproductos. En 2021, este sector de la industria de ingredientes marinos produjo cerca de dos millones de toneladas, alrededor de un tercio de la producción total, lo que claramente lo coloca en una liga diferente a la del sector de ingredientes “novedosos” emergentes más nuevos. De hecho, si combinamos el aspecto bajo en carbono de la producción de ingredientes marinos con la estrategia de proteína “circular”, tomamos algo que tiene buenas credenciales ambientales, baja huella de carbono, bajo consumo de energía y poca o ninguna dependencia de la tierra o el agua dulce, y lo convertimos en algo súper especial, un ingrediente con excelentes propiedades nutricionales y una huella de carbono aún más baja (Figura 1).

Al adoptar un enfoque que utiliza un sistema de métricas abierto y compartido, basado en el enfoque del LCA para evaluar la sostenibilidad, la industria de ingredientes marinos planea asegurarse de seguir siendo responsable en un camino más holístico y ampliamente aceptado para la evaluación de la huella ambiental en el futuro. Además, el papel cada vez más importante del uso de subproductos y su huella ultra baja es, sin duda, un motivo para que el sector de ingredientes marinos siga trabajando a partir de la idea de medir mejor las cosas y poder gestionarlas mejor.

carbon footprint

Figura 1. Huella de carbono (potencial de calentamiento global) de un conjunto de harinas de pescado de forraje y subproductos en comparación con otros ingredientes de alimentos acuícolas comúnmente utilizados. Datos de Newton et al (2022).