Este artículo fue publicado en la edición de julio de 2025 de International Aquafeed
El simple acto de elegir qué comer tiene un peso que va mucho más allá del gusto personal y el valor nutricional. En una era definida por una crisis climática inminente y la degradación de nuestro mundo natural, nuestras decisiones alimentarias están cada vez más entrelazadas con la salud del planeta. En ningún ámbito es esta conexión más crítica, y a menudo más opaca, que en el de la producción de productos del mar. Ignorar la importancia de la sostenibilidad y la huella medioambiental en este sector alimentario tan vital ya no es una opción; es fundamental para la seguridad alimentaria a largo plazo. La urgencia se deriva del impacto innegable de nuestros sistemas alimentarios actuales.
La agricultura, en su sentido más amplio, contribuye de manera significativa a las emisiones de gases de efecto invernadero, la degradación de la tierra, la escasez de agua y la pérdida de biodiversidad. Si bien la agricultura terrestre recibe, con razón, la mayor parte de la atención en estos debates, el ámbito acuático también presenta un conjunto único de retos y preocupaciones igualmente acuciantes. Nuestro creciente apetito por los productos del mar ha impulsado una industria que, sin una atención rigurosa a la sostenibilidad y la huella de carbono, puede diezmar los ecosistemas oceánicos y exacerbar el cambio climático.
El uso del análisis de la huella de carbono proporciona una lente crítica a través de la cual comprender el verdadero coste de nuestros alimentos. Este análisis realiza un seguimiento meticuloso de las emisiones asociadas a cada etapa del ciclo de vida de un producto, desde la energía utilizada en la agricultura o la pesca hasta el transporte, la transformación, el envasado e incluso la eliminación. Al aplicar esta metodología a la producción de alimentos, se pueden revelar las cargas medioambientales ocultas de nuestras elecciones. Por ejemplo, la carne de vacuno criada de forma convencional suele tener una huella de carbono significativamente mayor que los productos de la pesca y la acuicultura, debido a las emisiones de metano del ganado y a los cambios en el uso del suelo asociados a los pastos. Del mismo modo, los diferentes métodos de pesca y acuicultura también tienen intensidades de carbono muy diferentes. En el contexto del abastecimiento de pescado, un análisis de la huella de carbono también puede poner de relieve las diferencias entre las distintas opciones.
Consideremos la práctica de la pesca de arrastre de fondo, que consume mucha energía y consiste en arrastrar grandes redes por el lecho marino. Este método suele tener una huella de carbono considerablemente mayor en comparación con técnicas de pesca más selectivas y menos intensivas en energía, como la pesca con redes de cerco para peces pelágicos pequeños. Del mismo modo, el transporte de productos del mar a largas distancias, que a menudo implica el uso de transporte aéreo refrigerado para mantener la frescura, aumenta considerablemente su huella de carbono. Por el contrario, el transporte de materiales a granel por vía marítima es notablemente más eficiente en comparación. Esto también pone de relieve los efectos de la escala, ya que las actividades a gran escala suelen tener una huella menor debido a su mayor rendimiento en relación con su impacto. La acuicultura se ha promocionado como una solución para evitar la sobrepesca, aunque presenta su propia red compleja de consideraciones sobre la sostenibilidad y la huella de carbono. Si bien puede aliviar la presión sobre las poblaciones silvestres, una acuicultura mal gestionada puede provocar la destrucción del hábitat, la contaminación localizada por los residuos de los peces y los productos químicos, y la posible propagación de enfermedades a las poblaciones silvestres. Además, se ha demostrado que los piensos utilizados en la acuicultura, fabricados en su mayoría a partir de productos agrícolas, constituyen una parte importante de la huella de carbono de la acuicultura. Si bien los alimentos balanceados solían derivarse en gran medida de productos pesqueros capturados en estado silvestre, la inclusión de ingredientes marinos representa ahora menos del 10 % del uso de recursos de ingredientes a nivel mundial. Sin embargo, sigue siendo necesario el desarrollo continuo de fuentes alternativas de piensos, como los aceites de algas o los ingredientes marinos derivados, que ofrecen vías para reducir las emisiones de carbono y adoptar prácticas más respetuosas con el medio ambiente. No se puede subestimar la importancia de que los consumidores tomen decisiones informadas.
Al comprender los principios de la sostenibilidad y las implicaciones de la huella de carbono de un producto, los individuos pueden convertirse en poderosos agentes de cambio. Elegir pescado certificado por organizaciones de prestigio como MarinTrust, el Marine Stewardship Council (MSC) o el Aquaculture Stewardship Council (ASC) indica que el producto cumple rigurosas normas medioambientales, sociales y de trazabilidad. Reducir el desperdicio de productos del mar mediante una planificación cuidadosa y un almacenamiento adecuado también contribuye a un sistema pesquero más sostenible. Además, asegurarnos de que utilizamos todo el pescado, la cabeza, la espina, las vísceras y la carne, puede ayudar a maximizar su valor para nuestro sistema alimentario, así como el rendimiento para los pescadores que lo capturan. La propia industria alimentaria tiene un papel importante que desempeñar en la promoción de la sostenibilidad. Los restaurantes y los minoristas pueden dar prioridad al abastecimiento de productos pesqueros sostenibles y comunicar de forma transparente sus prácticas de abastecimiento a los consumidores. Invertir en la trazabilidad de la cadena de suministro y colaborar con los pescadores y los productores acuícolas para adoptar métodos más sostenibles son pasos cruciales. La educación del sector de los productos del mar y de su cadena de suministro en las historias de sostenibilidad es crucial. En muchos casos, los productos del mar ofrecen una historia de sostenibilidad mejor de lo que la mayoría imagina, ya que se encuentran entre las fuentes de proteína animal más sostenibles que produce el mundo. Ignorar la interconexión entre nuestras elecciones alimentarias, la salud de nuestro planeta y el futuro de nuestra seguridad alimentaria es una apuesta peligrosa.
El océano, un sumidero de carbono vital y fuente de alimento para miles de millones de personas, está sometido a una presión cada vez mayor. Al adoptar los principios de la sostenibilidad y analizar diligentemente la huella de carbono de nuestros alimentos, en particular del pescado que consumimos, podemos empezar a dirigir la marea invisible hacia un sistema alimentario más resiliente y responsable con el medio ambiente.