En la actualidad, la producción mundial de alimentos balanceados compuestos se estima en algo más de mil millones de toneladas anuales (IFIF, 2022). Frente al antagonismo que suele existir entre la producción de alimentos y la de alimentos balanceados, consideramos que se debe poner énfasis en la complementariedad e interdependencia de ambos sectores. Si bien la economía de mercado favorece justificadamente a los alimentos por encima de los alimentos balanceados, estos últimos son un pilar fundamental de los sistemas de producción de alimentos.
En un informe de 2022, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) demuestra que el 86% de los alimentos para ganado no son aptos para el consumo humano: “Si el ganado no los consume, parte de los residuos y subproductos de las cosechas, en especial, podrían desperdiciarse a medida que la población humana crece y consume cada vez más alimentos procesados”, señala el informe. En el sector pesquero, el pescado fresco se destina a las poblaciones locales. Los métodos tradicionales para prolongar la vida útil de un producto son el enlatado y la congelación, ya que permiten su comercialización en todo el mundo, tal como ocurre con el 38% de todos los productos pesqueros. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando falta infraestructura para el proceso de congelación o enlatado, o cuando el pescado ya no es apto para el consumo humano directo debido a una estancia prolongada en las embarcaciones? Estos materiales pueden estabilizarse para que no se conviertan en residuos, y la forma más sencilla y natural de hacerlo es triturarlos y transformarlos en harina de pescado. Los equipos a bordo de las embarcaciones evolucionan a gran velocidad, lo que permite aplicar una mayor circularidad a los productos marinos. En 2023, se estima que el 41% de los ingredientes marinos producidos en el mundo se elaborarán a partir de subproductos de pescado.
En resumen, mediante la innovación y las tecnologías es posible explicar por qué la proporción de la producción pesquera y acuícola procedente de animales acuáticos destinada al consumo humano directo ha aumentado considerablemente, del 67% en la década de 1960 a cerca del 89% en 2020 (FAO, informe SOFIA, 2022).
Esto da lugar a un interrogante: ¿por qué algunos recursos aptos para la alimentación terminan como ingredientes de alimentos balanceados? Los recursos que no tienen una fuerte demanda en el mercado pueden destinarse a la alimentación animal y sus beneficios se transmiten a los seres humanos. Las preferencias alimentarias están profundamente arraigadas en las culturas locales y, como tales, varían de un país a otro. El caso de estudio de la anchoveta peruana ha sido objeto de numerosos debates, investigaciones e iniciativas políticas. Pese a las diversas campañas de marketing llevadas a cabo en Perú, la aceptación de la anchoveta ha sido limitada debido a los hábitos de consumo y a la falta de instalaciones de procesamiento que cumplan las normas de calidad y seguridad exigidas (Toppe y et al., 2021).
Lo cierto es que los ingredientes de los alimentos balanceados son alimentos indirectos. A través de ellos, los nutrientes que los seres humanos no consumen de forma directa se mantienen dentro de la cadena alimentaria. El pragmatismo suele ser la clave de la eficiencia.